“Amour fou” de Jessica Hausner: La vida después de la muerte

Por Juan Marea.

La locura ajena puede servir para detectar la propia. Esto es lo que ocurre a Henriette cuando permite que el vanidoso Heinrich traspase su cordura social. Y, al final, resulta que una y otro consumarán sus deseos. Pero no hallaremos aquí la crónica de una pasión amorosa que debía desbocarse y nos impacientamos por ver desbocada. No. Ahora podremos vivir de cerca la liberación de dos almas incapaces de continuar agazapadas más tiempo bajo los estrictos corsés de una época de cambios que, al dar acogida en Prusia a una incipiente democratización de la clase más humilde, provocó con ello que la aristocracia empezara a temblar.

Con “Amour fou”, Jessica Hausner pinta una película que toma el relevo de “La inglesa y el duque” (“L’anglaise et le duc”) de Éric Rohmer al poner en el centro de la cámara a una mujer bienestante empujada a asumir con serenidad el sacrificio de ser consecuente con su coherencia moral. Con esa película, comparte también un delicioso intelectualismo no apto para todos pero sí muy estimulante para la mente. Hausner perfuma, además, la atmósfera visual de una forma tan esencial que reduce el artificio hasta el punto de convertirlo en elemento narrativo de un simbolismo sangrante (esas flores tras las cuales se oculta ella al presentarse como personaje encerrado en el confort de su condición de esposa, madre y esclava emocional; los conciertos en los salones interpretando canciones que subrayan el tema central). La depuración consiguiente (muy cercana al Michael Haneke de “La cinta blanca”-«Das weiße Band – Eine deutsche Kindergeschichte«) constituye el gran logro de esta obra singular: Por una parte está el encorsetamiento del entorno con un encuadre visual ejemplar encerrando a los personajes en el teatro-prisión de su acontecer cotidiano. Por el otro, la sinceridad y transparencia con que se expresan verbalmente los monigotes encorsetados. (“No sirvo para vivir. Pero no quiero morir solo y sin amor” dispara él.) Y de esa maravillosa contradicción nace el horror más hermoso. Porque el efectismo de la vida solo sirve para desviar la atención de los demás de nuestro temor de ser queridos. Y gracias a que Jessica se ha dado cuenta de ello, “Amour fou” es un bellísimo poema audiovisual en el que los actores riman con sutil gesto, el argumento fluye y la fotografía embelesa sin distraernos de lo que importa verdaderamente.